Desde mi ventana del cuarto piso en el que vivo, se ve el típico paisaje urbano, bloques de viviendas y muchos vehículos circulando. Vivo en Lapurdi Kalea, una de las principales vías de Galdakao. Es una calle amplia, bonita y limpia y desde que se implantó en el municipio el sistema neumático de recogida de residuos su estética ha mejorado. Al lado, tenemos la Kultur Etxea y el parking rotatorio, algo muy necesario para una población de unos treinta mil habitantes, aunque esto nos haya traído a la zona un gran aumento de tráfico rodado.
Recuerdo que la primera vez que miré desde esta misma ventana - en los años setenta- había unas vistas maravillosas, Tximilarre con sus frondosos árboles y bonitas casas alineadas con jardín, Plazakoetxe, Zuazo, y los montes donde está la fábrica de la “Dinamita”. Todo lo que se divisaba era un regalo para la vista y el espíritu. En esas fechas, nuestra calle era muy pequeña, solo edificaron seis portales y lo demás eran casas familiares con pequeñas huertas que llevaban generaciones viviendo aquí. En “nuestro barrio” nos conocíamos todos. Han pasado más de cuarenta años y jamás hemos tenido ningún problema entre vecinos. Así que aunque haya cambiado el paisaje, yo quiero vivir aquí, en la misma casa, en el mismo barrio y con mis vecinos de siempre, porque me sigue gustando lo que veo desde mi ventana.
Marisol Bermejo
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