EL MAÑANA, GEROA, TOMORROW, L'AVENIR

15 de marzo de 2018

LOS PASOS DE LA NATURALEZA



Aún no había amanecido cuando Jon abrió la ventana para mirar el cielo. Brillantes estrellas y una suave brisa le indicaron que ese día tampoco llovería. El pasado invierno no había nevado y las lluvias de primavera tardaban en llegar. La cosecha de este año, por la que tanto estaba trabajando no iba a ser buena. Jon estaba preocupado.
Con las primeras luces del día la imponente figura de la montaña, recortándose en el horizonte, trajo a su memoria la frase que en una ocasión, siendo niño, oyó a uno de los ancianos del pueblo: “El estomago de la montaña está lleno de agua”
Este mensaje en su mente y la inminente llegada del estío hicieron tomar al joven una desesperada decisión.

”Subiré a la montaña y encontraré agua”, dijo, besando a su esposa, Y tras echar una silenciosa mirada al pequeño que dormía, partió de su hogar.
Al segundo día de búsqueda cuando el sol de mediodía más apretaba, decidió sentarse a descansar. Un impresionante castaño con su fresca sombra parecía estar invitándole a que se sentara.
“Se está bien bajo este árbol”, pensó, “se agradece su frescura”… Lentamente la mirada fue desplazándose por el entorno que le rodeaba. El verdor del lugar destacaba sobre todo lo que había visto hasta entonces. Una fugaz idea pasó por su mente. Se levantó y lentamente comenzó a escarbar la tierra con sus manos. Poco a poco la humedad fue aumentando. Tensó los músculos debido a la excitación y exigió el máximo de sus cinco sentidos. Un ligero murmullo de agua traviesa llegó hasta sus iodos con nitidez. La imagen en su interior de un gran caudal subterráneo de agua le hizo avivar los movimientos, hasta que finalmente un perezoso hilillo de líquido plateado comenzó a manar ante sus ojos, allí estaba, era “el estomago de la montaña”, él lo había encontrado. Con los ojos cerrados y las manos húmedas Jon reía alborozado, sabedor de lo que este hallazgo supondría para la gente del pueblo, entonces un leve y seco sonido al principio, estruendoso y amenazador a continuación, le hizo alzar la vista justo a tiempo de ver como el gigantesco castaño se precipitaba sobre él con sus ramas abiertas como en busca de un abrazo con el hombre. Abrazo que resultó mortal para ambos. La tierra reafirmo la acción forestal y deslizándose  lentamente sepultó a Jon al tiempo que taponaba la boca que pudo ser manantial.
Años más tarde una joven madre se acercaba a la fuente del  pueblo con su hijo de la mano y portando un pequeño cántaro. Con ojos tristes abrió el paso  del agua y cuando el recipiente estaba por la mitad, cerró cuidadosamente la llave y apremió al pequeño para regresar
¿Por qué nunca llenas el cántaro, mama?” preguntó éste. 
”Porque con esta cantidad tenemos suficiente. No hay que malgastar el agua”, contestó la madre. “La montaña  nos envía la que necesitamos y no hay que abusar de ella”, añadió
”Cuando yo sea mayor, subiré a la montaña y le diré que nos tiene que dar más, ya verás como lo haré, te lo prometo y si no me hace caso la obligaré a que me lo haga”
Mientras, arriba en la montaña, en esos precisos instantes dos verdes brotes, nacidos de un delgado pero vigoroso tallo de castaño se abrían en brillantes hojas y con avidez se alimentaban de sol, como si tuvieran prisa por crecer.
La naturaleza, en su ciclo de la vida, había dado un nuevo paso, paso que en el futuro quizá fuera de incalculable transcendencia.

Luis Mª Aznar.  Creación literaria.

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